martes, 7 de agosto de 2007

Mi problema con los automóviles

HACE POCO ME DI CUENTA de que mi búsqueda se había tornado grave. Resulta que ahora cuando camino por la calle ya no me fijo—como cualquier hombre digamos que normal suele hacer— en las mujeres que pasan por ahí. No importa la contundencia de sus atributos, mi vista suele pasar de largo. Y en cambio, suele detenerse y desviarse ante las imágenes de autos y camionetas de variadas marcas y modelos. Miradas dignas de un sátiro, solo que apuntadas ante el objeto equivocado. Alguna vez he llegado a ampayarme a mí mismo mordiéndome suavemente el labio inferior con los incisivos y los caninos. Si no me equivoco, fue ante la mirada de un Subaru Impreza STi brillante y nuevecito, que pasaba haciendo ruido por la vuelta de mi casa. Para más señas, era manejado por un viejo (qué desperdicio de vehículo).

Buscando consuelo para mi drama, pensé que había una parte buena en todo esto. "Al menos mi novia no podrá molestarse conmigo por mirar a otras mujeres", pensé. Ingenuamente, elucubré que para ella sería mejor (o al menos, más aceptable) que enfoque mis pensamientos y expresiones libidinosas en un vehículo inanimado de cuatro ruedas antes que en cualquier bípedo medianamente presentable de esos que de vez en cuando uno se puede encontrar deambulando en los centros comerciales, en las barras de los bares o en las colas de los cines. Me equivoqué ruidosamente. Evidentemente, no había sopesado la dimensión de mi problema. Y me percaté de eso cuando un día, caminando para buscar donde almorzar, mi sufrida novia me estaba contando un drama personal importante y yo la interrumpí en la parte más importante de su relato para señalarle lo bonita que estaba la nueva Suzuki Grand Vitara que se había detenido ante un semáforo en rojo. Lo cual, evidentemente, desató su cólera y, de paso, me confirmó lo que sospechaba, que uno puede ponerse celoso de cualquier cosa, también de un automóvil.

Situaciones similares, aunque no tan serias, me han vuelto ha ocurrir con relativa frecuencia, en la calle, ante la vitrina de un concesionario y, de manera casi inevitable, en cada una de mis contadas incursiones por el Jockey Plaza, donde, al menos en mi humilde opinión, hay más carros bonitos en exhibición que mujeres ídem. No quiero ni imaginarme lo que será de mí en el próximo Motor Show. El año pasado, cuando lo visité, recién estaba sufriendo las fases iniciales de mi problema. Si en la próxima edición ven a un tipo salivando mientras contempla la parte de atrás de una camioneta, pueden estar seguros de que se trata de mí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Al igual que a tu novia, a mí también me han choteado olímpicamente durante un importante relato para decirme: "Ese mazda 3 es la voz"...qué bad, mi James.

Anónimo dijo...

Soy la antitesis tuya. Yo soy mujer y muero, me vuelvo loca, interrumpoo conversaciones por un carro.

Imberbe_Muchacho dijo...

yo salivo solo cuando veo un Volvo y si se de mecanica, a Mi ex no le hacia nadita de gracia, pero NADITA